Paul McCartney cumplió la cita con el público colombiano durante la noche del viernes 1 de noviembre, dejando una sensación de nostalgia y de emotividad después de una descarga musical de 36 canciones.

Ver nuevamente en vivo en Colombia a una leyenda viva de la música como Paul McCartney, una ilusión que parecía muy lejana después de que el concierto programado para octubre de 2017 en Medellín, tuvo que ser cancelado debido a la baja venta de boletería. Parecía que ese momento mágico de 2012 en el Estadio El Campín no se repetiría.

Una nueva gira y una nueva oportunidad que se vió materializada el viernes 1 de noviembre, que aunque no agotó la boletería como en otros países de la región, si presentó un Estadio El Campín con 32 mil espectadores dispuestos a cumplir esta cita con la historia y por supuesto no desperdiciar una nueva ocasión para ver, tal vez por última vez a una leyenda como Paul McCartney sobre un escenario de nuestro país.

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La altura y el clima de Bogotá no fue impedimento para que un enérgico Paul McCartney con ya 82 años, se tomara por completo el escenario durante cerca de tres horas e interpretando sorprendentemente casi sin parar un total de 36 canciones, pasando por composiciones vitales en su carrera solista, así como grandes clásicos de Los Beatles.

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La emotividad se tornó en El Campín desde el principio con un video de duración cercana de media hora que se reprodujo en las pantallas del lugar con ilustraciones alusivas a los diferentes periodos de la carrera musical de McCartney mezcladas con fotos e imágenes emblemáticas de su historia.

Un artista como Paul McCartney tiene toda la historia en sus hombros, y es por ello que el público dispuesto para su concierto en Bogotá abarcó varias generaciones. Jóvenes, adultos y gran cantidad de adultos mayores estaban mentalizados a disfrutar cada una de sus interpretaciones, porque esta seguramente sería la última vez.

El primer acorde en sonar fue el de la canción “A Hard Day's Night” indicando que la noche mágica había comenzado, acompañado del saludo en español al público: “Hola rolos… estoy muy feliz de regresar…”, seguido de canciones como “Junior’s Farm” y “Letting Go” de Wings.

Los momentos especiales fueron una constante en este espectáculo, y aunque seguramente se han repetido en los países por los que ha pasado la gira, Paul McCartney los hace sentir tan íntimos y tan genuinos que terminan siendo irrepetibles. Un ejemplo de esos momentos fue  “My Valentine” dedicada por McCartney a su esposa Nancy Shevell quien se encontraba en el público. Así mismo la interpretación de canciones como “Here Today” dedicada a su compañero y amigo John Lennon y “Something” en homenaje a su compositor y amigo George Harrison.

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Por otro lado, hay canciones que han hecho parte de nuestra vida, que siempre han estado ahí, canciones que han sido emblemáticas en la historia de la música popular, y que además, hemos escuchado en cientos y miles de oportunidades, tanto, que ya las incorporamos a nuestra propia banda sonora. Es el caso, por poner solo unos ejemplos de “Hey Jude”, “Blackbird”, “Love Me Do” “Get Back” o “Let It Be”. ¿Es posible creer que las vamos a escuchar todas, en la misma noche, cantadas por su compositor, cincuenta años después de haberlas compuesto?

Es lo que pasó esa noche, no es simplemente asistir a un concierto; es estar inmerso durante unas horas dentro de la historia de Paul McCartney y de The Beatles. Es tener la oportunidad de presenciar un espectáculo visual, musical y trascendente de la mano de un genio como McCartney, que para miles o millones, es uno de los responsables de la definición de su gusto musical personal.

Después de casi tres horas, sobre la media noche, Paul McCartney se despidió del público colombiano con la expresión coloquial “...¡Que Chimba!... Thank you very much Bogotá… ¡Hasta la próxima!”, Y aunque estamos casi convencidos de que no habrá una próxima oportunidad, lo único que queda es interiorizar este concierto, hacerlo propio y alimentar el alma con esta dosis intangible de felicidad.

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